¿Alguien sabe realmente cuál es el rumbo a tomar para popularizar la vela?

Mar Abierto - Para conseguir popularizar la vela en todas sus clases, World Sail

(1/12/16) La impresión que destilan tanto el Yacht Forum como World Sailing es que tienen la foto del destino que buscan. Pero no saben ni donde está ni cuál es el rumbo para llegar a él.
El pasado fin de semana concluyó en Malta el Yacht Racing Forum, donde se organizaron sesudas charlas y conferencias sobre cómo popularizar y difundir la vela. Hace unas semanas, en la reunión en Barcelona de World Sailing, se hablaba de los mismos temas, incluso coincidiendo algún tertuliano en ambas reuniones. Sus razonamientos y conclusiones me parecen un brindis al sol.

Cada vez que salen a la palestra estas cuestiones de popularizar y difundir la vela, me viene a la mente una charla/entrevista que tuve hace más de 15 años con Sito Pons.
Sito Pons no necesita presentación ni entre los aficionados a la vela. Lo que quizás algunos desconozcan es que, detrás de este doble Campeón del Mundo y actual jefe de equipo de Moto GP hay un navegante y armador de un velero de crucero.
He repescado unos párrafos de esta charla que tuvimos en abril de 1999. No he querido ni volver a llamarle para eventualmente actualizarla. Su visión me sigue pareciendo certera y actual, y hasta gana peso transcrita con unos nombres y referencias de 1999 que no hacen sino resaltar su contundente criterio. Vale la pena leer el extracto.

Extracto de la entrevista con Sito Pons, abril de 1999:
El motociclismo tiene una enorme difusión en todos los medios de comunicación. ¿Qué pecado ha cometido la vela para apenas merecer ser vista por televisión o en los periódicos deportivos?
Es evidente que no puedo hablar de vela con la misma autoridad con que lo hago de motociclismo, pero quizás se pueden extrapolar algunas de las experiencias que he asumido en mi carrera profesional en las motos.
La audiencia deportiva en los medios de comunicación es como un pastel donde cada deporte aspira a comer el bocado más grande. Si un deporte sube en audiencia, otro baja. No se puede pedir al público que deje de dormir para ver más deporte por televisión o que deje de trabajar para leer más prensa deportiva.
En este contexto, el fútbol se lleva la mejor parte y los demás deportes nos encontramos luchando por nuestra pequeña parcela de difusión. Para conseguirla, debemos dar a conocer nuestro producto e intentar interesar a una gran audiencia, a un público que excede al ámbito de los propios aficionados o practicantes de cada deporte.
Llegar a este nivel significa crear una cultura donde los protagonistas (en este caso los deportistas) sean personajes conocidos. También hace falta dar a conocer los entresijos de cada deporte y por último se deben diseñar unas competiciones que dejen claro quién es el mejor en cada especialidad.
Si nos fijamos, veremos que los deportes más difundidos han conseguido estas tres premisas. En las motos, los mejores corredores consiguen ser populares entre el público. También hemos conseguido que casi todo el mundo sepa lo que es una apurada de frenada o salir del rebufo. Por último, se ha potenciado la categoría de 500 cc en el Campeonato del Mundo para definir el mejor corredor de cada temporada. Lo mismo podríamos decir del ciclismo, del tenis o del automovilismo.

¿Y donde falla la vela?
Repito que no soy un entendido en este deporte, pero tengo la sensación de que la vela sólo ha conseguido el primer paso: dar a conocer a sus deportistas. Mucha gente sabe quien son Theresa Zabell, Josele Doreste o José Luis Ugarte. Pero la vela, como competición, es una gran desconocida para el gran público. Nadie valora, por desconocimiento, las dificultades técnicas de este deporte, sus riesgos, sus recorridos, el nivel de la competencia. Para valorar y emocionarse ante la retransmisión de una regata se han de conocer todas estas facetas. De otra manera, es muy difícil crear interés.
No quisiera parecer macabro, pero después de ver imágenes por televisión de los desgraciados accidentes de la pasada Rolex Sidney to Hobart Race (ndr: la edición de 1999 de la RSH fue especialmente trágica), el gran público valora mucho más las dificultades de los navegantes y está dispuesto a interesarse por su deporte. Lo mismo ocurre en motociclismo con las caídas de los pilotos o en ciclismo al ver las caras de agonía de los corredores cuando suben una montaña. Nos guste o no, esto es así. Si un deporte siempre parece fácil, no interesa, da la sensación de que todos lo pueden hacer. Es evidente que la difusión no puede basarse en las desgracias o accidentes (como ocurre con la vela con demasiada asiduidad), pero para valorar un deporte se han de conocer sus riesgos, su técnica y sus dificultades.
Otro aspecto que a mi entender difumina la difusión de la vela es la gran dispersión de especialidades. En el motociclismo, el campeón de 500 es considerado el mejor piloto del mundo. Otro tanto ocurre con la Fórmula 1 en el automovilismo, con el Tour o el Giro en ciclismo o con los torneos del Gran Slam en tenis.
En la vela, el gran público -e incluso muchos aficionados- andan despistados. No se sabe quién es el mejor, el campeón olímpico o del mundo en alguna clase de vela ligera, en IMS, en la Copa América, en la Vuelta al Mundo. Aglutinar esfuerzos para crear un único campeonato mundial, o una regata que definiera el mejor regatista o tripulación del año, redundaría en una mejor difusión de la vela en los medios de comunicación.
A partir de aquí se pueden promocionar todas las especialidades o tipos de regatas, desde las transoceánicas a las de vela ligera pasando por los cruceros o los monotipos, pero el gran público debe tener un punto de referencia para valorar el mejor en cada deporte. Soy consciente de que en la vela esto es complicadísimo, pero es el único camino que conozco para hacerse un hueco en el competitivo mundo de los medios de comunicación.

¿Si tuvieras la facultad de escoger la regata que definiera al mejor navegante o tripulación del mundo, por cuál te decantarías?
Seguramente por alguna transoceánica. Considero que son las regatas que tienen un mayor gancho. Son espectaculares, duras y tienen un recorrido mucho más fácil de entender para el gran público que las regatas alrededor de las balizas.
En este aspecto coincido con los aficionados franceses, que han creado sus propios eventos náuticos en las regatas oceánicas, con una fuerte inversión de patrocinadores y un enorme potencial mediático. De hecho, no olvidemos que el despegue de la náutica francesa vino tras las gestas de Eric Tabarly en las regatas oceánicas de los años sesenta. Estas pruebas, cuyo máximo exponente son hoy la Ruta del Ron o la Vendée Globe, crean un efecto de "tirón" para el resto de las regatas francesas. Son la cima de su pirámide de la vela de competición y todo patrón que aspire al profesionalismo sueña con ganarlas algún día.
Lejos de vaciar de contenido al resto de la náutica de competición, vemos como detrás de estas pruebas hay una ancha base, con multitud de regatas de menor nivel, para solitarios, monotipos o barcos de crucero, donde tampoco faltan los patrocinadores ni los barcos en la línea de salida.
El gancho de las regatas oceánicas llega incluso a miles de franceses que nunca participarán en una competición ni cruzarán el Atlántico, pero se interesan por la náutica y es posible que compren o alquilen un barco para disfrutarlo en un tranquilo crucero familiar durante sus vacaciones.

¿Ves posible que este nivel de popularidad llegue algún día a España?
En el motociclismo no se empezaron a retransmitir carreras por televisión hasta que hubo varios españoles luchando por conseguir un Mundial y de esto no hace tanto tiempo. Hoy casi se da por descontado la retransmisión en directo de cada Gran Premio y cuando un español sube al podio hay 530 millones de personas viéndolo por televisión desde 189 países distintos. Estas cifras de audiencia permiten justificar las inversiones que aportan nuestros patrocinadores, incluso considerando que algunos de ellos sólo pretenden una cobertura nacional con su promoción.
La difusión que consigue cualquier proyecto deportivo siempre tiende a rebajarse. Para conseguir una audiencia nacional se ha de competir a nivel mundial y para tener una repercusión regional o local, se ha de competir a nivel nacional.
La competencia en los medios siempre tiende a rebajar el listón de difusión. Por poner un ejemplo, para tener repercusión nacional en un deporte como el golf, se ha de ganar, como mínimo, el Masters de Augusta. En la náutica, me da la impresión de que la mayoría de proyectos españoles están encaminados a un programa de regatas nacional, por cuanto es difícil esperar que su repercusión supere el ámbito regional o local.” FIN de la entrevista

Volviendo al Yacht Racing Forum de Malta o a la reunión de World Sailing en Barcelona, decenas de ponente dejaron una ristra de opiniones sobre lo que es, lo que debería ser y lo que será la vela en los próximos años.
Ken Read, presidente de North Sails, hablaba de recuperar a jóvenes de 20-35 años que han dejado de navegar. También de incentivar la participación de las mujeres y de cuidar la navegación amateur tener más armadores a largo plazo.
Mark Turner, director dela Volvo Ocean Race justificaba las novedades de la regata, adelantando la posible incorporación de multicascos o de monocascos con foils para volver a encandilar a los patrocinadores y a los aficionados con este evento.
Entre los tertulianos también estaba Gary Jobson, ganador de dos Copa América y actual comentarista de TV. La Copa América que Jobson defendía es otra regata que hoy tampoco sabe nadie donde encajar, lo mismo que las Extreme Sailing Series, las TP52 Super Series o el Mundial RC44. Y no hablemos de las competiciones de crucero con cualquier rating o las 10 (11?) clases olímpicas, competiciones absolutamente ininteligibles para los profanos en la materia e incluso para profesionales de la prensa deportiva poco versados en vela.
Guste o no, si la vela pretende un trozo de pastel en los medios ha de hacer una drástica selección –y esto es trabajo de World Sailing- para llegar a definir unos Campeonatos del Mundo simples y claros para dos, tres o máximo cuatro clases. No caben más.
La opinión pública ha de saber quien es el Campeón del Mundo Absoluto de Vela, como sabe quien el es el mejor piloto de F1, de Moto GP, el mejor tenista o jugador de golf.
La vela lo tiene complicado por la infinita cantidad y disparidad de clases que se mantienen en activo. Pero tanto o más complicado lo tenían el automovilismo o el motociclismo hace décadas; y lograron centrarse. Hay decenas de clases y campeonatos automovilistas que han quedado apartadas de los focos mediáticos para centrar la atención del gran público en la Fórmula 1. Pero no por ello han bajado el número de practicantes en otras categorías.
Los más veteranos también recordarán los Campeonatos Mundiales de Motos de hace décadas, con categorías de 50, 125, 250, 350, 750 FIM y hasta sidecars. Ellos también lograron centrarse.
La ATP de tenis logró los mismos objetivos, aglutinando en un único circuito competiciones que antes se dividían entre Amateurs y Profesionales en circuitos distintos en los cinco continentes en superficies tan diversas como la hierba, el parqué, los sintéticos o la tierra batida. Nadie discute hoy el sistema de categorías de Master y Gran Slam.
Lo curioso del caso, y en esto coincido también con el criterio de Sito Pons, es que cuando una especialidad deportiva consigue un Campeonato del Mundo claro y fiable, apoyado por aficionados y refrendado por los medios y los patrocinadores, la popularidad del deporte en cuestión se refuerza y las categorías consideradas inferiores ganan participantes y suben su nivel.
Una vez definidos unos Campeonatos de Vela dignos del calificativo de Mundiales, el resto es cuesta abajo. Los protagonistas serán profesionales conocidos mundialmente y los patrocinadores verán clara su rentabilidad en toda la pirámide de la competición a vela.

(por: Enric Roselló, editor de Mar Abierto)