El Supremo anula la concesión del Club Náutico Ibiza. El sistema de concursos se pone en cuestión

Mar Abierto Vencida su concesión hace varios años, las instalaciones del CN Ibiz

(31/jul)21) El Tribunal Supremo rechaza el recurso presentado a la sentencia que anulaba la concesión del Club Náutico Ibiza (CNI). El tema viene de varios años atrás, cuando el CNI ganó el concurso de adjudicación ante el Club Deportivo Doce Millas y esta entidad recurrió la adjudicación al Tribunal Superior de Justicia de las Islas Baleares (TSJIB) al considerar que el concurso fue redactado ‘a medida’ para que lo ganara el CNI.

Recién publicada la sentencia, la postura de la APB todavía no se ha definido y el CNI sigue a precario como titular de las instalaciones que ocupa. Lo más plausible es que se convoque un nuevo concurso para renovar la concesión.
El sistema de concesiones administrativas que rige en nuestro país en distintos ámbitos es muy perverso, en el sentido de que su enorme complejidad facilita que un concurso de obra pública lo gane un experto en concursos, antes que un experto en obra pública. Las grandes empresas se manejan sin problemas en ambas vertientes, pero las pequeñas entidades, como los clubes náuticos, solo saben hacer lo suyo, que es gestionar un club náutico.
Cuando se redactó el concurso de las instalaciones del CNI en la capital de las Pitiusas, la APB quiso seguramente echarles una mano para facilitar su renovación. Para ello incluyó una cláusula que valoraba especialmente una solvente gestión de una entidad náutica en Ibiza durante décadas, una condición que -evidentemente- solo podía acreditar el propio club náutico y que contraviene el principio de equidad que se pretende en todo concurso pùblico.
La perversidad de los sistemas de concursos públicos tiene varias ramas y -centrados en los clubes náuticos- una de ellas es que cada renovación hace tabla rasa. De nada sirve haber cumplido sin mácula durante décadas con las funciones náutico/deportivas que se le requieren a un club náutico. En el momento de la renovación, todos los aspirantes parten de cero en el contador. Es una perversidad, pero también sería muy perverso lo contrario, pues nadie ajeno al CNI podría aspirar jamás a la concesión y el Supremo ha fallado en este sentido.
Otra malévola perversidad de las concesiones es el ‘todo por el dinero’, pero también sería igualmente perverso lo contrario. Si los concursos empiezan a valorar cuestiones opinables, como son la implantación social de una entidad, la belleza de sus instalaciones o la calidad deportiva de sus socios, el aroma de un posible apaño en la concesión está servido. Buscando esta equidad entre aspirantes, la Administración se limita a valorar el monto de las ofertas. Esta postura aparentemente tan salomónica es -de paso- la que más conviene a las siempre ávidas arcas públicas.

El dinero. Siempre el dinero
La solución es compleja de resolver con el actual sistema de concesiones. En Francia imperan las concesiones portuarias municipales y los clubes náuticos se adscriben a ellas como entidades independientes, sin gestión propia de amarres.
Este camino administrativo es profusamente utilizado en España para construir y gestionar pabellones deportivos de todo tipo, pistas de tenis o campos de futbol.
Pero la náutica no está considerada en España ni un deporte ni un bien público. En términos generales, para la sociedad y nuestros políticos, la mera idea de que hubiera puertos municipales para los ‘ricos con yate’ levantaría sarpullidos en todos los frentes.
Este posicionamiento social ya no existe -afortunadamente- en el mundo del automóvil. Cuando se proyecta construir un aparcamiento municipal, solo se cuestiona su conveniencia. Nadie argumenta que allí aparcará ocasionalmente un Ferrari. La gran diferencia es que todos tenemos coche y bien pocos tienen barco. Y además, entre los armadores las esloras y precios de los barcos son radicalmente dispares, lo que abunda en la complejidad de la solución.
A final, y como se suele decir en las películas policíacas: Busca el rastro del dinero. Las cifras que se manejan en las concesiones portuarias, especialmente en las ubicadas en destinos preciados en verano, son suficientemente elevadas como para amasar voluntades empresariales, políticas y municipales. El problema del Club Náutico Ibiza es similar al de muchos otros clubes en las Baleares y en el resto de la geografía nacional. Y la solución no se avista en el horizonte.

por: Enric Roselló