Con 40 M€ de deuda, Marina Vela cede el 70% de sus acciones a su principal acreedor Incus Capital
(2/feb/22) El proyecto de la marina barcelonesa, liderado por el empresario formenterense Nicolás Mayol, no ha cubierto la inversión realizada –y la que queda por realizar- con los ingresos obtenidos por la venta de amarres y locales. Es la crónica de un fracaso que ya vaticinamos en Mar Abierto en 2014, cuando el Grupo Mayol fue el único en licitar por esta marina. Las demás empresas del ramo nunca vieron claro el negocio.
Según informa La Vanguardia, Incus Capital pasará a ser el accionista mayoritario de Marina Vela, concesión que vence en 2045 (30 años desde 2014). La operación está todavía supeditada a la aprobación de la Autoritat Portuària de Barcelona (APB). Marina Vela explota 132 amarres entre 15 y 40 m. y una pequeña marina seca para unos 160 barcos de hasta 12 m.
La concesionaria es propiedad del Grupo Mayol, liderado por Nicolás Mayol (76 años) y con su base en las Islas Baleares. La concesión de Marina Vela se obtuvo en 2014, pero la ocupación de los amarres no empezó hasta 2018, terminadas las obras de acondicionamiento del puerto.
La inversión prevista era de 30M€ y haciendo una simple división de esta cifra por los 132 amarres disponibles salían 250.000€ de coste por plaza. Antes de salir al mercado -añadiendo los lógicos márgenes empresariales- los precios de coste por amarre ya triplicaban la media de PVP por plaza en la costa barcelonesa y la oferta más allá de nuestras fronteras –centrada en el reclamo de Barcelona como polo de interés- tampoco sedujo a los navegantes internacionales.
Entre una y otra cosa, solo se han vendido un 10% de los amarres de la marina barcelonesa y la deuda de la obra realizada, al 13% de interés, supone unos 5M€ anuales al Grupo Mayol.
Incus Capital ya aportó 27M€ a Marina Vela para invertir en la instalación portuaria, que incluye locales comerciales y un futuro restaurante en su contradique. Ante la imposibilidad de afrontar ni el principal ni los intereses de esta deuda, empresa y acreedor han acordado capitalizar alrededor de la mitad de los 40M€ actuales de deuda a cambio del 70% de las acciones de Marina Vela, dejando al Grupo Mayol con el 30%. Con esta quita y la rebaja de los intereses de la deuda restante hasta el 6% anual, Marina Vela ha de lograr la necesaria estabilidad financiera para mantener su actividad sin las tensiones de tesorería del último año.
Parece que la APB ve con buenos ojos este acuerdo, que habría de garantizar la continuidad de obras pendientes por valor de 4M€, incluyendo el restaurante de diseño en el contradique.
En la APB opinan que cuando quede atrás la crisis económica derivada de la pandemia, el atractivo de la marina hará que el negocio despegue rápidamente. Si este despegue no es fulgurante, el cambio accionarial tiene todos los visos de acabar en un cambio de manos global de la concesión. Los fondos de inversión no suelen ser empresarios especializados, ni especialmente entusiastas de proyectos que vayan mucho más allá del corto plazo.
El caso de Marina Vela, aun por concluir, es el enésimo ejemplo de la absurdidad del sistema de concesiones que rige la náutica deportiva española desde sus albores. Ni los clubes náuticos ni las empresas mercantiles dedicadas a este sector son grupos inmobiliarios o constructoras con el ‘fuelle’ financiero necesario para afrontar las millonarias inversiones que actualmente requiere cualquier proyecto de puerto deportivo.
Lo más sensato en el caso de Marina Vela y en muchos otros proyectos en nuestras costas, hubiera sido que la APB o el ayuntamiento local hubieran afrontado la obra, para luego licitar su alquiler a medio o corto plazo a una empresa náutica. Permitir que el Grupo Mayol se responsabilice en solitario de los 30M€ largos de inversión en un proyecto a 30 años, tiene el mismo riesgo que apostar al pleno en un casino. El negocio puede salir muy bien o muy mal, como ha sido el caso. En tres décadas hay demasiados imponderables en juego y el supuesto y licito negocio se convierte en una apuesta de alto riesgo que hay que solucionar (léase rentabilizar) a corto plazo. Sea cual sea al caso, los principales perjudicados en su bolsillo siempre acaban siendo los navegantes.
(por: Enric Roselló)
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