V. de Bravado: Desastre en el varadero

Mar Abierto- Es la imagen más triste que uno puede tener de su velero. En la fot
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Mar Abierto - El daño principal y más ostensible tras la caída era la rotura del
Mar Abierto - El golpe dañó los laminados exteriores, que se sanearon a distinta
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Mar Abierto - El golpe desplazó los muebles cercanos al impacto y deslaminó parc
Mar Abierto Los dos mamparos dañados se sustituyeron por completo. Las nuevas pi
Mar Abierto - Para proteger el barco del polvo y mantener al tiempo una temperat
Mar Abierto - Nada en el interior o exterior del barco denota el accidente sufri

(19/sep/20) Era el 4 de junio de 2019. El verano está cerca y llevo mi velero al varadero V. de Bravado (Premiá de Mar), para que mi mecánico cambie el casquillo del arbotante. La operación apenas requiere una suspensión, pero el repuesto no llega a tiempo y decidimos varar el barco hasta el día siguiente. Estaba cenando en casa cuando me llama un vecino de pantalán: “¡Qué le ha pasado a tu velero! ¡Me acaban de mandar unas fotos estremecedoras!”

Es curioso que las primeras noticias que tuve de la caída de mi velero me llegaran por terceros. Lo normal hubiera sido que los responsables del varadero me informaran del accidente tan pronto el vigilante del puerto les comunicó la noticia. El accidente ocurrió al atardecer y no me llamaron hasta la mañana siguiente.
Cuando llegué por la mañana al varadero, el barco estaba de nuevo en pie, pero nadie quiso o supo darme razones sobre lo sucedido. En las fotos del barco en el suelo no se aprecia ninguna cincha afianzando los puntales para evitar que se movieran. Es fácil pensar que la indolencia en una varada que apenas iba a durar unas horas relajó la estricta seguridad que siempre requiere esta operación. Añadir en este sentido que los puntales que intervinieron en la fallida varada habían desaparecido de la vista.
“Que te caiga un barco al suelo es el peor descrédito que puede sufrir un varadero –me decía un apesadumbrado Joan Gallart, director técnico de V. de Bravado. El mal ya está hecho y nuestro descrédito solo puede aliviarse reparando el barco hasta dejarlo como estaba, o incluso mejor, en el menor tiempo posible”.
Las intenciones parecían buenas, pero en un par de días ya me llegaban ecos de que los responsables del varadero, en vez de asumir su error, se desentendían de él afirmando que el barco había ‘resbalado’ de sus puntales por culpa de una patente excesivamente deslizante.
Un barco varado en la explanada reposa con prácticamente todo su peso en el suelo, sobre la quilla. Los puntales apenas soportan la pequeña carga residual de equilibrar verticalmente el conjunto. Con los puntales bien afianzados, es físicamente imposible que un velero varado caiga al suelo por sí mismo, aunque su patente sea la más deslizante de las grasas.
Pero si el barco no reposa sobre su quilla y/o los puntales no están bien sujetos, el barco caerá. Mi barco y su patente estuvieron seis meses más (con sus consiguientes ventarrones) en este varadero, esta vez bien asentado y con los puntales firmes, dejando claro que el anti-fouling nada tenía que ver con la caída.
Cerrar este apartado recordando que un varadero está en su pleno derecho de aceptar o rechazar una varada. Pero en caso de aceptarla, lo hace asumiendo sus responsabilidades. El estado y textura de la patente siempre son visibles con el barco en tierra. Si en V. de Bravado son de la particular opinión de que mi velero necesitaba un tipo especial de puntales: ¿Por qué no los pusieron?

Primeras discusiones
A los dos días de caer el barco, Ramón Pérez, director y propietario de V. de Bravado me comentaba que “de forma inminente vamos a cerrar el presupuesto de la reparación con la compañía de seguros y el barco lo repararemos sin dilación. Con un poco de suerte, en agosto estará de nuevo en el agua”.
Los días fueron pasando y el presupuesto con la compañía nunca llegaba a cerrarse. Tratándose de un asunto de Responsabilidad Civil, me extrañaba que, una vez peritados los daños, el varadero no acometiese con prestancia la reparación, arreglando en paralelo las cuentas con su aseguradora.
Ramón Pérez aclaró mis dudas afirmando que: “¡No voy a adelantar yo el dinero de la reparación! ¡Para eso tengo una compañía de seguros a la que pago mucha pasta al año! Hasta que ellos no me den el dinero, yo no empiezo a reparar”.
Un mes después, sin avances en la reparación del barco ni los acuerdos del varadero con su aseguradora, logré concertar una reunión con Ramón Pérez y Joan Gallart. “Tranquilo Enric, estamos de tu parte” me comentaba Ramón Pérez al entrar. Pero cuál sería mi sorpresa cuando el director de V. de Bravado conecta su teléfono en abierto invitando a la reunión a su agente de seguros. Y entre los tres me intentan convencer de aceptar una indemnización a la baja por siniestro total.
Para ilustrar el talante de la conversación, comentar que la larga lista de mejoras y accesorios incorporados a mi velero, base de una valoración sensiblemente superior a la que se planteaba sobre la mesa, era ninguneada por el comercial de la aseguradora con el argumento –al que Ramón Pérez y Joan Gallart asentían complacidos- de que algunas de ellas carecía de factura. “¿Para qué hace falta la factura? –replicaba yo- ¡Sólo es necesario que el perito verifique que los accesorios de la lista están a bordo revalorizando el barco. ¡Tanto da si los he comprado, me han tocado en un sorteo o me los ha regalado mi tía!” No hubo manera de vislumbrar un acuerdo, su estrategia permanecía inamovible.

Seis meses de negociaciones
Tal y como acabó esta primera reunión y asumiendo que el varadero quería desentenderse de la reparación, decidí contratar a un abogado. La negociación no quería llevarla yo. Al margen de que no soy experto en este campo, estar emocionalmente implicado en un tema siempre juega en contra de tu lucidez al negociar.
En cuanto al letrado, un requisito prioritario era que supiera de veleros. En las negociaciones iban a entrar discusiones y valoraciones de conceptos, piezas y terminología náutica. Una temática complicada para alguien ajeno a este mundo.
La solución la encontré en el bufete Sintesis Legal , cuyo titular es un duro y tenaz rival en las regatas sociales invernales en las que coincidimos. Dos cualidades, estas últimas, que también necesitaba a raudales en la negociación.
Tras constatar que en V. de Bravado no había la menor intención de acometer la reparación, el abogado me recomendó rehacer el presupuesto de reparación con profesionales al margen de V. de Bravado, logrando rebajar en un 22% la cifra que este varadero había presentado a la aseguradora.
Un segundo e importante punto fue negociar al alza con la aseguradora la cota de valoración de mi velero. Al ser un Jeanneau Sun Kiss de más de 30 años, era lógico que la horquilla de precios de distintas unidades a la venta fuera de lo más dispar. La aseguradora pretendía establecer la media de estos precios como referencia, un punto que mi abogado discutió firmemente argumentando que el estado impecable de mi embarcación la situaba sin ambages en la franja más alta de las cotas de precio, no en la media ponderada.
En estos seis meses de negociaciones, los directivos de V. de Bravado estuvieron permanentemente en mi contra. Buscando implicarme en la causa del accidente argumentaron a su aseguradora que el barco pesaba más de lo que suponían, que la patente antialgas resbalaba mucho, que el mástil no hubiera tenido que ceder en la caída. Llegaron incluso a insistir en que era posible soldar el mástil ¡¡doblado y roto en pedazos!! por una fracción del importe de comprar uno nuevo. Mi abogado tuvo que ir rebatiendo uno a uno estos argumentos que –todo sea dicho- tampoco convencían demasiado a la compañía de seguros.
Negociando y argumentando, las ofertas de la aseguradora se fueron acercando a nuestra demanda hasta que mi abogado me recomendó aceptar la cuarta ¿o quinta? cifra ofrecida como indemnización. La oferta no llegaba a lo solicitado en nuestro presupuesto de reparación y para cuadrar los números asumí que debería realizar por mi cuenta algunos de los trabajos en el barco, como el montaje de accesorios o el barnizado interior.
La indemnización tampoco me compensaba por los daños morales. Ese verano 2019 tenía planificado con enorme ilusión mi primer crucero a solas con mis nietos. ¡El disgusto por tener que anularlo fue tremendo para mí y –lo que es peor- también para los niños! Y encima me quedé sin vacaciones. Pero como dice el refrán, “un mal acuerdo es mejor que un buen pleito”.
Tras una reparación provisional de la estanqueidad del casco, ya efectuada por personal de Gate Service, empresa que tomaba la responsabilidad de rehacer mi barco, todo quedaba listo para el traslado del velero al varadero de Mataró (a 3 millas).
Pero apareció un nuevo escollo. Por indicaciones de Ramón Pérez, gerente de V. de Bravado, no echaban el barco al agua si no pagaba íntegramente la estancia de seis meses en el varadero. “Si tú has conseguido cobrar –me alegaban- nosotros también queremos pillar algo”.
Poco importaba que la estancia de seis meses que reflejaba la factura jamás les fuera solicitada. Ni que esta larga varada se produjo enteramente por su culpa, al caerles el barco al suelo. Ni tampoco tuvieron en cuenta que en ese medio año en el varadero no hicieron el menor amago de reparar en barco ni de agilizar la solución del siniestro.
Tras pagar la factura, mostramos nuestra oposición a esta coacción en los Juzgados, alegando los términos anteriores. La demanda está pendiente de juicio a día de hoy.

Mi opinión
La caída de un barco al suelo puede ocurrir en cualquier varadero. Nunca les reproché a V. de Bravado nada al respecto, pues la profesionalidad y buena praxis de un varadero no se miden por la ausencia de fallos, sino por la voluntad y la capacidad de resolverlos. En este punto, mi decepción fue total.
No hay ilegalidad en la actuación de V. de Bravado. Su Responsabilidad Civil la cubría su seguro y ellos no tenían la obligación de actuar hasta llegar a un acuerdo con su compañía o tras una sentencia judicial. En el mundo de la construcción, de donde proviene Ramón Pérez, es habitual este proceso.
Pero en la náutica, las relaciones entre armadores y profesionales del ramo se guían por criterios de confianza. Si esta confianza falla, no hay relación posible. La actuación de V. de Bravado fue lícita, pero también tremendamente infiel. Desentenderse de un accidente tan grave como tirar el barco al suelo y conminar a su cliente a negociar por su cuenta la solución con la aseguradora me parece muy poco ético. Y pretender encima cobrar la estancia de este barco siniestrado y dejado de lado se me antoja bochornoso ¿Quién puede confiar su barco a un varadero con estos principios morales o profesionales?
Analizando la actuación de V. de Bravado con perspectiva, mi opinión es que al varadero le iba grande la reparación. Nunca intuí en su personal técnico el ‘savoir faire’ que requiere una intervención de este tipo y posiblemente quisieron solucionarla con una indemnización por siniestro total que les quitara el ‘muerto’ de encima. Si éste fue el caso, es una postura muy poco profesional. Y si me dejaron en la estacada por mera malicia, su praxis es incluso más reprobable.

Balance de daños
El daño más importante y visible en el barco era la rotura del palo. Al caer de costado, el golpe sacudió la arboladura en unos ángulos nunca previstos en su bloc de cargas, partiendo y doblando el perfil. Ninguno de los arraigos de los obenques sufrió daños. Tampoco hubo daños físicos al producirse el siniestro –afortunadamente- fuera del horario laboral y la caída no dañó otros barcos o estructuras del varadero.
En el interior se desplazaron los muebles cercanos el golpe y dos cuadernas mostraban señales de deslaminado con el casco y de inconsistencia interna. Por fuera, la fibra estaba dañada en los lugares del impacto y en zonas concretas marcadas por los puntales. Nada que un buen carpintero de ribera no pudiera sustituir o reparar.
Afortunadamente –si se puede hablar de fortuna en este caso- mi velero está sólidamente construido con mamparos y refuerzos laminados al casco. Los barcos así construidos, circunscriben los daños accidentales a las zonas afectadas. En los modernos veleros con contramolde integral, un golpe de este tipo es un problema mucho más serio, pues el propio contramolde reparte las cargas por todo el barco y los daños se multiplican.
Mi velero está hoy reparado tras dos meses de trabajo del personal de Gate Service, gestionados por su directora Cristina Cortijo. La pandemia redobló los plazos de entrega, pero el barco ya está en solfa y hemos podido disfrutarlo de nuevo este verano 2020.
La mejor prueba del buen trabajo realizado es que amigos y conocidos que han subido a bordo no han podido discernir entre las partes originales y las reparadas. Es el mejor cumplido que se le puede hacer a una reparación.

por: Enric Roselló

Comentarios

Inadmisible

Otro ejemplo de indefensión del ciudadano de a pie ante compañías de seguros y empresas que no asumen su responsabilidad.
Se produce un grave accidente por negligencia y el afectado tiene que contratar un abogado y negociar como si de un zoco se tratara, para que le arreglen los desperfectos. Es inadmisible!!!

Otra historia de V. de Bravado

Hola Enric, siento lo sucedido, sobre todo por el disgusto y el mal trago que te hacen pasar estos "profesionales".

Mi mala experiencia con este varadero fue la siguiente.

Lleve el barco para la aplicación del antifouling anual, en el presupuesto se indicaba la marca y tipo de pintura a aplicar y otros trabajos, como engrase de la hélice orientable Max-prop.
En este varadero no dejan entrar a los armadores, que hemos de ver los trabajos desde las barreras exteriores.
Cual fue mi sorpresa cuando vi al pintor aplicando un antifouling de una marca que usan la mayoría de varaderos y para mi opinión de un calidad bastante inferior a la presupuestada.... disculpas ninguna, reducción de precio por el error, ninguno.... el barco se quedo con la pintura de calidad inferior.

Pero esto no fue lo peor, al cabo de muy poco tiempo aprecio que la hélice se bloquea al meter marcha atrás, no giran las palas¡¡¡¡ no entiendo como antes de llevarlo funcionaba bien, se engrasa (dicen que adecuadamente) y deja de funcionar.
En contacto telefónico y por email con los 2 personajes que aparecen en tu relato, se desentienden del problema, y me dicen que es la hélice que ha pillado un cabo o que esta rota....buceando, ni cabo, ni rota, esta clavada.

Llevo al barco a otro varadero, y se comprueba que la hélice le han metido algo que ha dejado la grasa interior totalmente dura y negra como el carbón, se limpia toda la mierda que le metieron, se engrasa adecuadamente y hasta hoy.

Envié a los "profesionales" de V. de Bravado las pruebas y los datos que me envió el fabricante de la helice .... aun estoy esperando su respuesta... yo creo que simplemente no tienen ni idea de hélices. Seguro que le metieron aceite de camión usado.

V. de Bravado - NUNCA MAS

Un saludo

Varaderos peligrosos

Los armadores deberíamos tomar buena nota de estas situaciones y actuar en consecuencia.
Como se decía mas arriba, " V. de Bravado - NUNCA MAS ".