Las anclas tipo 'arado' se inventaron para el Desembarco de Normandía en 1944
(28/6/14) El Desembarco de Normandía, que este mes de junio ha conmemorado su 70 aniversario, tiene cientos de anécdotas y detalles que han permanecido en segundo y tercer plano, a la sombra de la magnitud de la gesta humana que protagonizaron nuestros mayores. Una de estas anécdotas es el diseño y el exitoso estreno del ancla de arado.
El radar, la sonda, el Nilón de los espinaquers y otros equipos que utilizamos corrientemente a bordo o en casa tuvieron su gran empuje industrial en la II Guerra Mundial. El ancla de arado también está en esta lista y gracias a su sorprendente eficacia, los pantalanes/puente frente la playa de Arromanche se mantuvieron inmóviles flotando sobre sus 'islas' mientras por ellos descargaban miles de toneladas de equipamiento para las tropas aliadas.
Militarmente, el desembarco el 6 de junio de 1944 de las tropas aliadas en Normandía era un absoluto despropósito sin ir flanqueado por un desembarco simultáneo, de incluso mayores proporciones, con armamento de todo tipo, vehículos rodados, tanques, acorazados y provisiones para abastecer las tropas.
La planificación del Día ‘D’ debía solucionar este problema paralelo al desembarco de las tropas, a sabiendas de que los mercantes no podían utilizar los puertos de la Bretaña, tomados y fuertemente defendidos por las tropas alemanas.
La ingeniería militar británica y estadounidense estuvo cerca de dos años diseñando este plan y, tras varias pruebas y descartes, el sistema elegido consistió en llevar desde Inglaterra cientos de diques de hormigón prefabricados –que recibieron el nombre de Mulberry Harbours- que se fondearon en cosa de días frente a las playas Normandía a modo de improvisado dique de abrigo, preformando un puerto artificial. Muchos de estos diques aun siguen allí.
El Día ‘D’ fue el 6 de junio de 1944 y menos de una semana después ya estaban los ‘puertos’ montados frente a las playas de Omaha y Arromanches, con la mala suerte de que un imprevisto temporal el 19 de junio se llevó por delante los diques de Omaha, quedando solo operativo y prácticamente intacto el de Arromanches.
El segundo problema a solucionar era el calado, pues los grandes mercantes no podían acercarse a estas playas de fuertes mareas. La solución escogida, entre las varias que se debatieron desde 1942, fue la construcción de unos puentes con tramos ensamblados que permitieran la circulación de los vehículos pesados desde los barcos hasta tierra firme.
Estos puentes, que también se trasladaron en barco desde Inglaterra, debían cubrir 10 millas en total y permitían movimientos de hasta 40º en sus articulaciones, lo necesario para resistir tanto el oleaje como los flujos de las mareas. Los extremos de los tramos del puente descansaban a su vez sobre unas islas flotantes que debían quedar completamente inmóviles en su lugar, sin verse afectadas por las mareas ni por las olas.
Y fueron precisamente estas islas las que estrenaron –con absoluto éxito- las anclas de arado.
“The anchor problem must be mastered. Don’t argue the matter” (“El problema del fondeo debe estar perfectamente controlado. No me importa cómo”), escribía Sir Winston Churchill a sus ingenieros militares en mayo de 1942, a sabiendas de la importancia de este detalle en el buen fin del desembarco.
Estos ingenieros militares, en concreto Tom Beckett, fueron quienes dieron –tras numerosas pruebas- con el diseño perfecto para que los anclajes de las islas flotantes no garrearan ni un milímetro durante las varias semanas que duró el desembarco de Normandía. Las premisas del sistema de anclaje de las islas eran la ligereza y la efectividad. Las anclas tradicionales cumplían con la primera premisa. Los bloques de hormigón con la segunda. Las novedosas anclas de arado cumplían con las dos.
El diseño de estos nuevos anclajes, visible en sus primeros planos fechados en 1942 y en reproducciones tamaño real, muestra claramente los principios del ancla de arado. El mismo Beckett explicaba en el memorandum de presentación a sus superiores la capacidad de este ‘ancla’ para clavarse progresiva y rápidamente en la arena y así aumentar su resistencia al movimiento.
Poco después de la Gran Guerra, el fabricante de la CQR recuperó este diseño militar para presentar al mercado un ancla para yates entonces revolucionaria y que fue líder de ventas durante décadas. Todas las marcas de anclas tipo ‘arado’ que han venido después no han hecho sino mejorar poco a poco este diseño de Tom Beckett de primeros de los años 40.
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