Maniobras en puerto: ¿Es hora de instalar la hélice de proa?
La primera sombra que uno ha de despejar antes de interesarse por una hélice de proa es casi sicológica. Hay que superar reticencias ligadas al orgullo personal. Parece como si instalar la hélice de proa pusiera en duda la habilidad del patrón para maniobrar correctamente, y encima a costa de invertir un montón de dinero en un accesorio ruidoso y que deja dos enormes agujeros en proa por donde casi cabe una pelota de fútbol.
Pero siendo pragmáticos, se ha de reconocer que la estrechez de los modernos puertos, la creciente eslora de los barcos y la proliferación de tripulaciones reducidas ha convertido a las hélices de proa en una tentadora solución para las maniobras comprometidas.
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