El Salón Náutico de Barcelona y el seductor baile de cifras en las ferias internacionales
(19/10/18) Los indicadores sobre la relevancia de cualquier salón náutico empiezan con su número de visitantes. También son cruciales el número de expositores y el de barcos expuestos. El monto combinado de estas cifras calibra la importancia de una feria y estos números avalan también la imagen exterior del evento. Entre bambalinas quedan los métodos de cálculo utilizados, la calidad de los visitantes o la cifra de negocio de los expositores.
Este otoño 2018 llevamos celebrados varios salones náuticos, entre ellos los de Cannes, La Rochelle, Génova, Southampton o Barcelona.
Comparando los dos salones franceses, uno tiende a pensar que Cannes goza desde hace un tiempo de una relevancia mayor que La Rochelle. Los números no parecen opinar lo mismo y mientras los organizadores del Cannes Yachting Festival anuncian 51.000 visitas en su edición 2018, los del Grand Pavois de La Rochelle presumen de más de 82.000 visitantes en su salón. Ambos salones franceses tuvieron 6 días de duración.
Con estos números en la mano, y con solamente 5 días de feria, las 56.000 personas que los organizadores del Salón Náutico de Barcelona afirman visitaron el salón catalán superan la cifra de Cannes, cuando pocos apostarían a que el salón barcelonés tiene mayor relevancia popular que la cita de la Costa Azul.
Por encima de estas tres convocatorias, Southampton roza los 100.000 visitantes y la patronal italiana del sector UCINA anuncia que el Salón de Génova llegó a los 174.610 visitantes en 2018, un 16% más que en 2017. Es una cifra para sacar pecho, aun asumiendo que el Nautique de Paris -en horas bajas- convocó a 206.000 visitantes en diciembre de 2017 y que 250.000 personas acudieron a primeros de este año al Boot de Dusseldorf.
Los métodos de cálculo de los visitantes de los salones no tienen un patrón fijo. Todas las empresas organizadores certifican sus cifras bajo el paraguas de veracidad de una empresa externa de recuento . . . que ellas mismas han contratado.
Un segundo problema es que la metodología de estas empresas certificadoras no sigue ningún estándar. No hay un patrón validado sobre cómo contabilizar los visitantes que acuden a una misma feria más de un día, cómo computar los pases de profesionales y de expositores, cómo contar los pases e invitaciones especiales o de grupos. A menudo se mezcla y se confunde la cifra de frecuentación (total absoluto de personas x días de feria) con la de visitantes (personas individuales con entrada o invitación en taquilla). Sin dudar de la buena fe de los organizadores, se hace complicado pensar que los datos que se hace públicos responden a la estricta realidad constatada en los pasillos y pantalanes de cada feria en cuestión.
Otro dato interesante, pero que también puede resultar controvertido en su cómputo, es el de expositores. Como decimos al principio, cualquier salón náutico calibra su relevancia internacional contrastando su número de visitantes con el de expositores y de barcos. En Cannes anunciaron 542 expositores y 638 barcos. En Southampton llegan a las 600 marcas (que no es lo mismo que expositores). En la Rochelle reivindican 800 marcas y 750 barcos.
Pero la palma se la lleva Barcelona, donde con sólo 275 expositores (en la Guía Oficial apenas llegan a 200) expusieron hasta 700 barcos. No hay engaño en la cifra de la Fira, pero se ha de puntualizar que en Barcelona se considera ‘embarcación’ cualquier cosa que flote, incluidos los Stand Up Paddle, las motos de agua o los chinchorros. Como contraste, mencionar los más de 1.000 barcos de too tipo que se consiguen encajar en los pabellones del Nautique de París o los 1.900 expositores que se dan cita en el Boot de Dusseldorf.
¿El tamaño importa?
No. El tamaño de una feria no importa. El éxito o el fracaso de un expositor no depende del número de visitas recibidas, sino de la cifra de negocio conseguida en relación a la inversión realizada y a la calidad de los inputs. Y la satisfacción de un visitante no depende de la superficie de la feria ni de su número de stands, sino en encontrar lo que estaba buscando.
Las ferias náuticas españolas son más pequeñas que las de otros países de nuestro entorno porque nuestra afición y nuestro sector empresarial también son más reducidos. Esta obviedad no implica que el menor tamaño de nuestras ferias esté reñido con su calidad. El secreto es sintonizar la oferta de los expositores con las demandas de nuestros aficionados.
Los salones náuticos hace ya años que han dejado de ser la ‘chispa’ de iniciación a los deportes náuticos que fueron hace medio siglo. Hoy, esta labor de promoción del deporte está –como debe ser- en los clubes náuticos o escuelas de navegación.
Las ferias y salones de éxito han perdido la añeja pátina de ‘Feria de Muestras’ que vivieron nuestros padres y abuelos. Hoy, los salones que ganan adeptos están concentrados en los intereses de los aficionados ‘en activo’. Sin lujos ni florituras de presentación que sólo encarecen la inversión de los expositores.
Las ferias temáticas son hoy convenciones de aficionados. Las 147 mil personas que acuden al Salón del Manga en Barcelona lo hacen para ver las novedades en este sector. Muy pocos van allí para descubrir –desde cero- este estilo de cómics. Las 775.000 visitas que recibe el Salón del Automóvil en la ciudad condal no van allí a descubrir lo que es un coche. Ya lo saben. Van a esta feria a ver su próximo vehículo, a descubrir accesorios o chafardear modelos de alta gama.
En la náutica, los intereses de los aficionados están hoy en el mundo del chárter, en el mantenimiento y en el equipamiento del barco. Los modernos aficionados no muestran el menor interés en las soporíferas conferencias sectoriales que apenas mantienen despiertos ni a quienes las imparten. Su interés está en los talleres prácticos y didácticos sobre mantenimiento de motores, de velas, de pinturas o barnices, en la confección de gazas textiles o en el calafateado de las juntas de teca.
Esta modernización sigue rebajando los costes de exposición. Las cifras de ventas en la náutica nacional están muy lejos de lo que fueron y los márgenes comerciales tampoco están a la altura. Las ferias han de abaratar estructuras y tarifas en sintonía con la realidad presupuestaria de sus expositores. Montar una gran carpa común –como en Southampton o La Rochelle- en vez de los stands individuales, así como simplificar y unificar espacios de exposición van por este camino de ‘adelgazar’ estructuras.
Las novedades en barcos y equipamientos son un reclamo interesante para conseguir visitas, pero son el reclamo más inconsistente de un salón náutico. Hoy en día, desplazarse a cualquier capital europea sale al mismo precio – o menos- que acudir a los salones náuticos de Barcelona, Palma o Valencia. Si solo se trata de ver novedades, hay opciones más interesantes que las ferias españolas. Quien quiera seducir al aficionado nacional debe hacerlo con otras armas y con otras sintonías.
por: Enric Roselló, editor de Mar Abierto
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